Carta a un concejal recién electo en 1887. Dice algo así....
«No cambies de carácter, dice la carta, ni de
trato cuando te veas elevado a los sillones del Ayuntamiento, porque es muy
frecuente que los que más alardean de liberales, se convierten en déspotas, y
reciben a sus vecinos con humos y malas maneras, y por lo mismo se captan
antipatías, muy merecidas, de todo el mundo.
No empieces tu carrera
municipal con grandes proyectos, discursos y ruidos, porque la justicia de
Enero se acaba pronto, y para nadie sirve y es preferible que tomes el pulso a
las cosas, que estudies a tus compañeros, que medites tus planes y que no
levantes un pie sin tener el otro bien afirmado.
No seas de los que oyen, ven y
callan, porque para hacerlo así, bien estabas en tu casa, de simple particular.
Abre bien los sentidos; mira
que hay quienes arrastran con la atracción de su palabra y precipitan a las
gentes en tan hondos abismos, que es luego muy difícil el salir de ellos; a lo
menos conforme entraron.
Ten conciencia de tus actos,
no vayas nunca de reata, que no hay mayor pobreza ni esclavitud que la del
entendimiento.
Sé el primero y el más
escrupuloso en pagar las cargas de vecino, y no dilates este cumplimiento,
porque con tal garantía de moralidad, serás como un espejo, en que se mirarán
todos para imitarte.
Pon todo tu valor y talento en
las arcas del tesoro municipal, para que esté bien cuidado, porque como de
tejas abajo, el dinero es, por desgracia, el alma del mundo, un municipio mal
administrado es como un hombre de alma insuficiente y torcida, del que nada
bueno se puede esperar. No te olvides un solo momento de lo mucho que cuesta a
los vecinos el ganar lo que se les exige del tributo, y en cada peseta del
erario público procura ver las muchas privaciones y amarguras que ha costado el
ganarlas.
Por esto mismo te recomiendo
que el principal estudio que has de realizar, mientras estés en el consejo, ha
de ser el de ver, si reduciendo prudentemente los gastos de la población y los
tributos del Estado, puedes reducir también las contribuciones que os satisfaga
el vecindario. Ya sé que administrar barato es muy difícil, pero también
entiendo que no es imposible si se tiene decisión, prudencia y talento.
Cuida mucho de los pobres, que
no tendrán más amparo que el vuestro; y economiza frivolidades de lujo en
verano, para que no les falte pan y abrigo en el invierno.
Dedica a la instrucción de la
juventud cuantos recursos puedas, porque si lográis hacerla digna y bien
educada, evitareis grandes males y la ciudad te bendecirá.
Persigue la inmundicia y el
abandono, que son las verdaderas epidemias que constantemente aniquilan a los
pueblos.
Ten mucha cuenta de la calidad
de lo que se vende para comer y beber, porque de descuidarlo nacen muchos inexplicables
males, que poco a poco llenan los cementerios.
No molestéis al vecindario con
frecuentes leyes; estudiad una buena que no sea ni tirana ni muy holgada, y no
dejéis de hacerla cumplir ni un solo día.
Procura, aunque canses a todos
los centros y poderes, aumentar los elementos de vida y los recursos de la
ciudad, sin perder ni uno solo, ya que el que no adelanta, atrás se queda.
No alientes con tus actos las
discordias del vecindario, sirviendo a intereses personales, siempre ruines;
antes bien emplea tu autoridad y tu influencia para apaciguarlas, y en hacer
entrar a todos en el camino de la justicia y de la mutua consideración.
No comas nunca ni una sola
migaja pagada por el municipio, porque harás de menos a la mesa de tu casa y
porque todos los vecinos te lo apuntarán en cuenta.
No te sirvas de los
dependientes del concejo, sino de los tuyos, porque aquellos los paga la ciudad
para que le sirvan a ella. Trátales, no como a criados, sino como a dignos
funcionarios, a los cuales deberás tal vez el puesto que ocupas. Considera a la
casa del concejo como transparente y sagrada; no hagas dentro de ella, nada que
no puedas hacer en medio de tu honrada familia.
Busca el consejo de los
hombres entendidos y no tendrás nunca que arrepentirte de tus acciones.
Mientras te dure tu cargo no
muevas un ladrillo de tu casa, ni añadas un palmo a tu hacienda.
Ayuda a tus compañeros de
municipio en sus buenos propósitos, sin emulación alguna y hazte respetar de
ellos por tu integridad y ejemplar conducta.
Toda la actividad que ahora
despliegas para ser elegido, consérvala luego para acudir a tu puesto, en el
cual no debes faltar un solo día; es decir, no seas águila al empezar el vuelo
y ganso al continuar tu carrera.
Aunque ahora en tu batalla,
encuentres muchos enemigos, perdónalos después del triunfo, que nunca el rencor
ni la venganza se alberguen en pechos decentes.
Oye y atiende a todos desde tu
puesto, y si alguna vez te inclinas al favor, que sea siempre en pro de los
necesitados.
El cargo que vas a desempeñar
es una carga; llévala con paciencia por todo el tiempo que la ley lo ordene,
pero no insistas sostenerla más adelante; porque los esfuerzos exagerados
concluyen a la postre con el cuerpo y con el alma. Si lo haces bien, que te
imiten los que sucedan; y si lo haces mal, no insistas en tal pecado».
La España Regional. Año II Tomo III 1887 Páginas 563 a 565.
Ministerio de Cultura.